Escribir por los Derechos: Jeannette, 17 años de edad, Chile

Martes, Noviembre 18, 2014 - 19:21

Mi nombre es Jeannette, y soy de un pequeño pueblo en el sur de Chile. Nuestro pueblo tiene una fuerte tradición en la minería de carbón, y una reputación de ser sexista. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística de Chile, soy parte del 14.45 por ciento de niñas entre 0 y 19 años de edad que viven en una situación de desigualdad de género. Yo nací cuando Chile había firmado la Convención sobre los Derechos del Niño y crecí memorizando dichos derechos, pero en realidad, pensaba que eran más para los niños que para las niñas.

Al ser la mayor de tres hijos, siempre ha sido mi responsabilidad ayudar en la casa y cuidar a mi hermano menor. Él tiene 5 años y me dice ‘Mamá Jani’ – no me molesta para nada, pero también comprendo que mi papel no es el de madre. Es algo que tengo que hacer.

No sé exactamente cuál será mi camino futuro, pero hoy sé que tengo tantos derechos como cualquier otra persona. Valgo lo mismo que un hombre.


Para ser realistas, a las niñas se les brindan menos oportunidades que a los niños. Incluso cuando somos bebés, la sociedad nos obliga a identificarnos a través del color de nuestra ropa y a comportarnos de maneras específicas de acuerdo con nuestro género. Hasta tenemos que sentirnos orgullosas de las perforaciones en nuestras orejas a tan sólo unas pocas horas de haber nacido, sólo porque somos niñas.

También me he preguntado siempre por qué los adultos tienden a generalizar ambos géneros con la palabra ‘niños’. Siempre sentimos la presión de ser identificadas mediante el género masculino. ¿No sería más justo decir niños y niñas, en lugar de sólo niños? ¿Por qué las personas no se toman el tiempo de decir presidente, doctor, arquitecto y muchas otras palabras en femenino? De lo contrario, parece que las palabras y nombres fueron hechos sólo para hombres.

Estas son algunas de las muchas preguntas que me preocupan, porque crecí como muchas otras niñas, con la idea de que sólo porque somos mujeres tenemos menos derechos que los hombres.

Esta situación empeora cuando somos adolescentes. Hace apenas una década, las niñas escolares que quedaban embarazadas eran presionadas para abandonar la escuela o eran simplemente expulsadas. Afortunadamente, las adolescentes embarazadas cuentan ahora con servicios de consejería, acceso a guarderías para sus bebés y apoyo para continuar su educación de una manera más flexible. Ahora se les brindan oportunidades de estudiar y convertirse en profesionales, a la vez que llevan las responsabilidades de la maternidad. A pesar de la necesidad de jugar un nuevo papel, estas jóvenes madres también siguen siendo muchachas y deben poder disfrutar de todos los derechos otorgados bajo la convención.

Por supuesto, para poder lograr un cambio, se debe trabajar de manera global, involucrando al sistema de educación, al estado, a la salud pública e incluso a la familia; a fin de que desde los mismos núcleos de la sociedad, podamos promover derechos y oportunidades iguales para todos. De esta manera, las niñas podrían ayudar en sus hogares, sin que se requiera que sean madres adolescentes sólo por ser mujeres, sino como manera de contribuir con la familia.

Me gustaría que las niñas no crecieran pensando que cuando sean adultas deben casarse y tener hijos como meta única en la vida. Yo también pensé que mi vida sería así, pero cuando me empecé a dar cuenta de que las mujeres tienen el mismo valor que los hombres y que son capaces de hacer las cosas y de progresar, mis metas empezaron a cambiar.

Este año marca el 25 aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño, y me gustaría que la gente la llamara la convención del NIÑO y de la NIÑA. Creo que sería una manera de nivelar el campo de juego y de convencer a todas las niñas de que tienen derechos iguales a los hombres. En mi caso, me siento muy afortunada porque he conocido personas que también consideran que nosotras las mujeres tenemos las mismas habilidades que todos los demás, y que podemos alcanzar nuestros sueños. Esto ha abierto mi mente y he empezado a confiar en mis habilidades y fortalezas. Me uní a un Club Infantil y me convertí en la vocera de este grupo de niños y jóvenes en mi pueblo. Allí encontré muchos jóvenes como yo, que quieren cambiar el mundo y convertirlo en un mejor lugar. No sé exactamente cuál será mi camino futuro, pero hoy sé que tengo tantos derechos como cualquier otra persona. Valgo lo mismo que un hombre, y la Convención sobre los Derechos de los NIÑOS y NIÑAS me ha ayudado a comprenderlo.

En mi país, tenemos una mujer como presidente de la república. Esto me hace creer que no hay límites ni restricciones para esta generación de niñas. Sólo existen algunas cuestiones culturales que debemos mejorar juntos, como sociedad, para reforzar la convención completamente y lograr lo que tanto deseamos… verdadera igualdad de género.

Por Jeannette, 17 años de edad, Chile

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