Indiana, mucho por su comunidad
Al llegar a las Pilas Orientales, una comunidad rural del departamento de Masaya, encontramos a Indiana Ruiz, una joven señora de tez morena y cuyo rostro no esconde el trabajo. Con cincuenta años de vida, casada y madre de cinco hijos, entrega su energía por el bienestar de su comunidad.
Originaria de Managua, Indiana llega a las comunidades de Masaya con sus padres buscando como iniciar una nueva vida tras el devastador terremoto que sacudió a la capital en 1972. “A mi mamá le gustó Masaya por su tranquilidad, la gente es muy atenta y desde entonces nos quedamos aquí”, cuenta Indiana.
Se casó muy joven, con tan sólo dieciséis años y siempre luchó por apoyar su hogar y crecer en el plano personal y profesional.
Como todo inicio fue difícil para Indiana hacerse a la vida de campo pues las cosas son diferentes “En la ciudad uno encuentra todo en las ventas (pequeñas tiendas), pero aquí en el campo se debe de fabricar” recuerda Indiana. Su familia se había regresado y ella no contaba con nadie más que con su esposo.
Hoy orgullosa dice sentirse “miembro de la comunidad”. Indiana, además de ser miembro de las Pilas, es una líder enérgica que trabaja el tema de la salud. Terminó un técnico de auxiliar de enfermería, apoyada por amistades. Aún recuerda que sus hijos quedaban en la casa siendo ellos pequeños, y se iba a estudiar diario a Managua. Hoy puede disfrutar de la recompensa a su esfuerzo.
Indiana se entregó a laborar por diecisiete años en el Centro de Salud Dávila Bolaños de Masaya, trabajo que combinaba con la venta de frutas y verduras que producía su esposo para ayudar en la casa y que entregaba en el mercado. “Todos los días me levantaba a la una de la madrugada para aprovechar el tiempo y dejar hechas las cosas de la casa, alistarme para ir a entregar la venta, y una vez que entregaba me cambiaba el delantal por mi uniforme blanco, y así me conocieron muchos” menciona Indiana.
Y es que la labor del comercio la hacía paralelamente. Según cuenta ella no sabía vender y ni se le había ocurrido, sin embargo miraba que todas las mujeres de la comunidad salían a vender lo que sus maridos cosechaban. Aún recuerda que ella le pidió a una cuñada que le enseñara, pues quería apoyar a su esposo, eso hace unos veinticinco años atrás, y hoy parece tener éxito en la comercialización.
Tras el paso del tiempo y por problemas personales Indiana deja su trabajo para el hospital de Masaya, pero no abandona el tema de salud, que según ella le apasiona, le encanta. Al retirarse de su trabajo formal ella piensa que una de las formas de proyectar sus conocimientos es organizar un grupo de mujeres para hacer labor de sensibilización en temas de salud preventiva. Inicia así un grupo con seis jóvenes y diez mujeres adultas.
“Cuando iniciamos con el grupo tenía jóvenes y adultas, yo les insistía a las que ya eran mamás que cuidaran a sus niños, que se preocuparan por la higiene en el hogar, y, para prevenir enfermedades, a las jóvenes les mencionaba de enfermedades de la comunidad y cómo cuidarse ellas mismas” expresa Indiana.
Hace unos tres años, Visión Mundial inicia apoyando la comunidad, y ella gestiona para que incluyan en las capacitaciones a este grupo ya organizado. Hoy este grupo que inició con la motivación de Indiana cuenta con veinte mujeres brigadistas de salud y cuarenta que son activas en el tema de la lactancia materna.
“Yo les digo que somos millonarias en conocimiento, porque en la medida en que sepamos más, más damos a la comunidad. Me siento contenta porque ahora ya las muchachas andan enseñando temas del VIH, las adultas han visto que el tema de la higiene y la nutrición para los niños es importante” dice con orgullo Indiana.
Además de enseñar, Indianita, como la llaman por cariño en su comunidad, se preocupa por darles “algo más” a las mujeres. Han pensado en un pequeño proyecto productivo que pueda contribuir a la nutrición, pero además generar ingresos: el cultivo de la soya. Con entusiasmo cuenta “Mi marido me cedió un pedazo de tierra para que trabaje ese proyectito con ellas, y enseñarles a cocinarla para que vean que es buen alimento, y ojalá que quede excedente y podamos tener algún dinero”.
En el tema de salud, Indiana, es la líder de su comunidad. Comenta que aunque existen a nivel organizativo y de estructuras otros líderes “se respetan el trabajo”.
Las casas de la comunidad quedan retiradas unas de otras. A pesar de que en la comunidad existe un puesto de salud la gente llega donde Indiana para sus “valoraciones”. El puesto de la comunidad atiende lunes, miércoles y viernes “usted sabe que las emergencias no esperan día, esta es casa base de salud, y si la gente viene en busca de ayuda yo no me puedo negar” enfatiza.
Su entrega incondicional a la gente y su comunidad le han ganado un lugar especial. Indiana continua levantándose de mañana para ir al mercado a vender, a su regreso, a pesar del sol, polvo y cansancio ella no se queda tranquila cuando sabe que más de alguien está esperando una visita. Indiana asegura que es el Padre Celestial (Dios) quien le ayuda a organizar el tiempo.
“Si la gente me busca o me cuenta que alguien está enfermo(a), yo creo que es porque quieren que uno sepa de ellos, así que voy a verles una, dos y tres veces si es necesario. Les insisto en ir al hospital, si el mal les dio de tarde yo les doy sus primeros auxilios para que lleguen con bien al hospital en cuanto amanece” asegura.
Siente satisfacción al saber que donde toca la puerta en busca de ayuda, alguna respuesta le llega, asegura saber que es Dios el que toca los corazones. Indiana organiza charlas educativas para el grupo, explica que con las capacitaciones que Visión Mundial y otras organizaciones le han dado le han ayudado a mejorar y ha dar más.
Además de las charlas de salud, al grupo asistían cinco mujeres que no saben leer, e Indiana de manera muy proactiva les ayuda a que sepan lo básico “Yo no les voy a dar diploma o algún grado, pero ya no las engañan, pueden poner su nombre y ellas están contentas. Presté dos sillas en la escuela y organizamos el tiempo pues sé que trabajan en sus casas” explica Indiana.
Al preguntarle si tiene alguna visita pendiente para el día, asegura que sí. Se dispone a hacer una caminata de más de un kilómetro para saber cómo sigue un niño que estaba con diarrea y que su mamá le ha consultado. Es medio día el sol está intenso, pero Indiana no lo piensa más y va a visitar a doña Alejandra.
“Siempre que algo pasa si no puedo ir yo, mando a uno de mis hijos que vaya donde Indianita y le pregunte qué hacer para atender a los niños, porque a veces no vienen los del centro de salud. Ella siempre está al pendiente de uno, me da consejos, le agradecemos mucho” menciona doña Alejandra Díaz, 37 años y con cinco hijos.
No hay duda que en Las Pilas, doña Indiana no pasa desapercibida, su comunidad cuenta con una mujer enamorada de la salud, y más aun siente que ella está proyectada, tiene satisfacción por el grupo, por los logros que han conseguido para que las condiciones mejoren.
Por: Miriam Díaz