Vivir en Venezuela, estudiar en Colombia.

Jueves, Julio 19, 2018 - 19:55

Por Juan Pablo Orjuela, World Vision Colombia

Varias horas deben recorrer las niñas y niños venezolanos que estudian en instituciones colombianas. Madrugan, caminan por kilómetros, cruzan la frontera y toman autobuses para finalmente ocupar un lugar en las aulas de clase. World Vision los acompaña a través del proyecto Esperanza sin Fronteras, una propuesta para contribuir en el bienestar y protección de la niñez afectada por la crisis en Venezuela. 

“Cuando llego de estudiar, lo primero que hago es quitarme los zapatos y dormir. No me dan ganas de hacer tareas porque llego muy cansada”, dice Valerie, niña de 10 años de edad. Ella es una de las tantas niñas venezolanas que debe recorrer varios kilómetros desde su casa, en Venezuela, hasta su colegio, en Colombia. Vive con Angelie, su hermana menor de 6 años, y sus padres.  

Valerie, niña venezolana en su escuela Foto: World Vision/Víctor Martínez

La institución educativa en la que estudia Valerie se encuentra cerca de la frontera, y aunque está ubicada en Cúcuta, territorio colombiano, son más los estudiantes venezolanos que llegan allí en busca de una mejor educación. La matrícula total del colegio es de aproximadamente 1,300 alumnos, de la cual entre el 70 y 80 por ciento son venezolanos. “Aquí siempre están abiertas las plazas para nuevos estudiantes, el flujo de los niños que llegan y se van es constante”, afirmó Germán Berbesi, Director del centro escolar.   

“A mí me gusta mi colegio, me duelen mucho los pies y me salen ampollas para llegar; pero yo me aguanto porque quiero venir acá y salir adelante. Además ahora estamos más contentos porque los buses nos traen hasta acá”, se refiere Valerie a las rutas de transporte, financiadas por el gobierno colombiano que ahora los trasladan desde el colegio hasta la frontera. 

“Siempre me levanto a las 5 de la mañana. Alisto el desayuno de mi papá y luego despierto a Angelie. A ella le digo que debe comerse todo antes de salir, para que tenga muchas fuerzas y no se canse de caminar”, añade Valerie, refiriéndose a las horas que debe transitar, en compañía de su hermana, para llegar a la escuela, que sin importar su procedencia, les abrió las puertas para que pudieran estudiar. Mientras miles de venezolanos pasan de un país a otro, cargando lo poco que alcanzaron a empacar; cientos de niños y niñas llevan en sus espaldas los libros y cuadernos que seguramente les abrirá un panorama de posibilidades y oportunidades.   

“Ellos en Venezuela cursaban apenas dos o tres materias y debían compartir el salón con niños y niñas de otros cursos y grados escolares. Acá llegan, y además de recibir un almuerzo y un refrigerio, tienen el mismo trato y las mismas condiciones que los estudiantes colombianos”, explica  Berbesi.  

La valentía y arrojo que tiene Valerie y los niños venezolanos en este colegio es muestra contundente de las ganas que tienen de aprender y prepararse, a pesar de las complicadísimas condiciones sociales y económicas que está experimentando el país que los vio nacer. 

El final de la jornada escolar llega a su fin a las 6 de la tarde, cada grupo sale ordenadamente; las mamás y papás colombianos esperan en la puerta principal para recoger a sus hijos, sin embargo, las niñas y niños venezolanos deben abordar un autobús que los llevará a la frontera; se irán primero los más pequeños, mientras que los alumnos de mayor edad, como Valerie, esperan media hora más hasta que regresen los buses. Una vez llegando a Venezuela, la caminata continúa por diez, veinte, treinta y hasta noventa minutos hasta llegar a casa.  

Niños y niñas venezolanos tomando el autobús de la escuela que los llevará hasta la frontera con Venezuela, de ahí cada uno seguirá su viaje a pie. Foto: World Vision/Víctor Martínez

En otras nueve instituciones educativas como esta, World Vision implementa el proyecto Esperanza Sin Fronteras que busca contribuir a la protección de la niñez y fortalecimiento de los medios de vida en sus padres y madres. En otras instituciones, en una primera fase, alrededor de 500 familias fueron beneficiadas y se espera que el trabajo humanitario siga impactando positivamente la vida de los niños y niñas, y su entorno.