Carta a Muna, en el día que celebramos nuestros cumpleaños

Jueves, Septiembre 5, 2013 - 16:19

Carta publicada originalmente en el Blog de World Vision USA y escrita por Meg Sattler, Oficial de Comunicaciones de World Vision Australia, quien está reporteando desde Jordania acerca de la crisis de regugiados sirios.

Querida Muna,

Ha sido difícil dejar de pensar en ti desde que nos conocimos el otro día. Tal vez es porque cumplimos años el mismo día. Tú cumples 1 año y yo 29.

Cuando nací, mi madre sabía que yo no iba a esperar. Recogió sus cosas, corrió al hospital, y les gritó a las enfermeras quienes le decían que aun no era tiempo. En sus palabras, "volé", mi padre tuvo tiempo para conocerme antes de desmayarse y ser llevado en una camilla.

Cuando tú naciste, tu madre tenía el mismo instinto. Ella corrió a la casa de su partera. El hospital no era una opción, porque había una guerra, y no era seguro allí. Ella dio a luz el 15 de agosto. Tu padre no se desmayó porque él no estaba ahí.

Cuando llegué a casa del hospital, me pusieron en una habitación de nuestra casa en remodelación junto a mi hermana y nuestra mascota Corgi. Tú no pudiste ir a casa. Porque mientras tu madre estaba dando a luz, su casa fue quemada.

Te escribo esta carta, que tú nunca verás, porque hay tantas cosas que quiero explicarte pero no puedo. Así que escribiré sobre eso cuando llegue a casa.

No sé cómo explicarte, por ejemplo, que tu madre te ama, a pesar de que a menudo no puede soportar estar cerca tuyo, porque tú le recuerdas la guerra en Siria. Yo sé que ella te ama porque ella te ha puesto al cuidado de tu abuelo, y nunca he presenciado un amor como el que existe entre ustedes dos. A pesar de las terribles circunstancias que los unieron no puedo evitar sonreír.

No sé cómo decirte que después de tu nacimiento, tu propia supervivencia fue un milagro. Que otras 100.000 personas han perdido la vida en tu país y que tu vida acababa de empezar.

No sé cómo explicarte que la razón por la que tú tomas bebidas azucaradas en lugar de leche es porque el cuerpo de tu madre está demasiado estresado para producirla, y comprar leche de vaca o de cabra es demasiado caro para una familia de 18 personas sin ingresos en un país extranjero. No sé cómo explicar que, aunque las bebidas tienen buen sabor, no son buenas para ti.

Como trabajadora humanitaria, tú podrías esperar que yo haga las cosas fáciles para ti. Así que no sé cómo decirte que las conversaciones de paz de Siria se han retrasado de nuevo. Que cada día más gente se está muriendo, y más niños y niñas están sufriendo, y que las personas de otros países están demasiado ocupadas para hablar de eso. Mientras tu madre te cargó por días en medio de ataques de cohetes, sin posesiones, para mantenerse a salvo.

Después de dejar tu casa, visité una de tus vecinas. Ella tiene la misma edad de tu madre. Dos de sus hermanos han muerto. Sus niños están asustados de los aviones y los fuegos artificiales. Su hijo está obsesionado con jugar con armas de fuego. Ella me dijo que seguramente los refugiados sirios tienen que estar en la televisión y las páginas de los periódicos de todo el mundo. No tuve el corazón para decirle que no.

Lo más difícil para mí es que no sé cómo decirle que la comunidad humanitaria no tiene suficiente dinero para ayudarle. Veo una familia tras otra viviendo mal, niños retrasándose cada vez más en la escuela, y que el recuerdo de malas experiencias no los deja dormir en la noche.

El número de personas afectadas por los combates en tu país va en aumento día a día. Pero el dinero no aumenta. Millones de personas necesitan ayuda, de forma rápida, en todo: comida, seguridad, agua, salud, pañales, baños, educación. A largo plazo, se necesitará infraestructura, empleos, escuelas. Hay promesas comprometidas, pero no son suficientes. No estamos haciendo suficiente. No podemos.

Pensé en ti, Muna, en nuestros cumpleaños, dos días después que nos conocimos. Me preguntaba cómo tu familia celebró tu primer año, en una tierra extranjera. Yo estaba en un país extranjero, también, Australia parecía muy lejano.

Una anciana mujer siria me pidió ayer enviar un llamado de ayuda en su nombre. "Espero que el mundo exterior nos apoye," dijo, "que entienda la situación en que estamos, y nos pueda enviar ayuda." Todos los días, oigo historias y comparto preocupaciones, apretones de manos, y cafés con sirios afectados por este conflicto. Esto me pone en una posición privilegiada para decirle al mundo lo que estoy viendo aquí.

Pero no es fácil. A veces, sólo me gustaría pedir a todos que se imaginen la sensación de estar en los hogares de las madres, que tienen una lista de necesidades que parecen interminables, y se pregunten qué podrían responderles.

Mi deseo para ti, pequeña Muna, es que esta crisis no te quite el derecho a tener infancia, como ya lo ha hecho con tantos otros. Esto no va a ser fácil, y requerirá trabajo, humanidad, y compromiso de una gran cantidad de personas, de muchos lugares diferentes.

Así que este año, el 15 de agosto, apagué mis velas por nosotras dos. Y en lugar de hacer una promesa que no estaba segura poder cumplir, pedí un deseo.

Traducción voluntaria de Patricia Cofré – Sánchez